Gemma Vegas

Mocosos

Serie de collage en DIN A5. Rotulador, guache, acrílico y papeles decorativos.

Cuentos

Serie de pinturas al óleo. Cada cuadro va acompañado de un recuerdo de infancia. Cada uno de estos recuerdos está relatado por diferentes personas de mi entorno.

Mosquito

Era el mosquito de la infancia. Salió su foto junto a la de los trajes de Camps, en el suplemento Revista de Verano de El País. Que habían hecho un estudio científico en el que descubrían que su hábitat natural eran las cañerías. Un mosquito que disfrutaba con el olor a mierda, con el aire espeso.

Al ver su foto recordé que en aquella época, en la infancia, los compañeros de clase, nos dábamos un trato curioso. Era un trato como el de las oficinas de los bancos. Nos tratábamos de usted y nos llamábamos por el apellido, mientras corríamos detrás de un balón dándonos patadas en los tobillos:
- Pásela Martos -.

Cómo corría Martos. El menor de trece hermanos. Montes, en la portería. Vegas en la defensa.
Fue ese mediodía de la infancia, antes del partido, cuando conocí al mosquito. Lo primero que recuerdo de él fue mi decisión de llevarle comida. Como el que trapichea con droga en la cárcel, me aparecí en la celda del baño con unas pocas lentejas y un frasquito de esos de carrete de cámara fotográfica antigua, para su liberación.

Y a tocar el balón. A gritarle a Martos, a Montes, a Vegas, con el frasquito en lo que hoy sería la zona cero. En el tobillo derecho. Atado a la pierna por el calcetín.

Fue ver al mosquito junto a los trajes de Camps en la Revista de Verano y que me vinieran a la cabeza los goles de Martos, las paradas de Montes, la fuerza de Vegas. Y todavía un charco en la garganta que me ahoga las palabras.

Barco

De pequeña no soportaba la idea de que mi madre tuviese que irse a trabajar y me llevase a la guardería. Como buena niña repollo y egoísta como todos los críos, decía que quería ser mamá pintora "para trabajar en casa y no dejar a mis hijos solitos". No contenta con meter el dedo en la llaga para hacer sentir culpables a los adultos de la casa, un buen día decidí demostrarles que mis aspiraciones artísticas iban muy en serio y que tenía talento. Mi gran obra quedó plasmada en una pared del pasillo y mis padres, tan obtusos que no sabían apreciar el arte abstracto, me preguntaron qué era aquello.

-Un barco volador-respondí yo como si fuera lo más natural del mundo. ¿Es que acaso no quedaba claro en el brío de mis trazos?

Según parece, no. Lo que los mayores veían ahí no eran más que unos garabatos sin sentido hechos en un rato de aburrimiento por una niña a la que nunca le había dado por pintarrajear paredes. Cuestiones presupuestarias hicieron que mi gran obra de arte permaneciese en la pared una buena temporada, lo cual no hizo que los adultos la apreciasen lo más mínimo. Para ellos seguían siendo simples rayajos. Quizá aquella experiencia me creó un trauma irreparable que dañó por completo mis capacidades pictóricas o quizá, y más probablemente, dichas capacidades pictóricas no existieron jamás, pero lo cierto es que desde entonces he sido completamente incapaz de dibujar nada decente.

Columpio

Me gustaba la sensación de velocidad y la forma en que mi pelo era balanceado por el vaivén del columpio, mientras jugaba a intentar tocar el cielo con la punta de los pies. Un día mientras me columpiaba una niña de mi misma edad se colocó a mi lado, al principio pensé en parar el columpio por si acaso se colocaba delante de mí, pero deseche la idea porque me parecía que nadie haría semejante tontería. Pocos segundos después la niña acababa de hacer aquello que yo había considerado como improbable. Puse los pies en el suelo para intentar frenar el balancín, pero la inercia era mas fuerte que mis piernas y fui testigo de cómo la rueda de coche, con la que estaba hecho el columpio, impactaba contra su cabeza dejándola tirada en el suelo, tal vez inconsciente. Quise ir a ver si estaba bien, pero antes de que me pudiese mover apareció una mujer, su mamá, se colocó delante de mí a una escasa distancia. Empecé a balbucear: -Lo siento, yo no quería…- -Mírame a los ojos.- Me contestó. La miré. Me abofeteó. Salí corriendo de allí, ya no quería averiguar como se encontraba aquella niña, solo quería llorar.

Pintura

Serie de cuadros al óleo, con intención crítica hacia los estereotipos de belleza actuales.

Bio

Licenciada en Bellas Artes por la facultad C.E.S. Felipe II Aranjuez (UCM 2002-2008), realizo un trabajo orientando hacia la pintura y la imagen gráfica. Actualmente estudio Gráfica Impresa en la escuela Arte10, en Madrid, si quieres saber más de mí me encontrarás en Instagram como @gemmavegas

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